El estrés a largo plazo, posible causa de obesidad

El estrés se ha asociado frecuentemente a problemas de salud y cambios en el organismo, como el aumento de peso. Una investigación realizada por la University College de Londres va un poco más allá y advierte de una relación entre el estrés a largo plazo y la obesidad. 

Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigadores ha trabajado midiendo la cantidad de hormona del estrés (cortisol) en el cabello. Dicha hormona regula la respuesta del cuerpo ante el estrés y determina dónde se almacena la grasa. En otros trabajos científicos también se ha medido el nivel de cortisol en la sangre, la saliva o la orina, pero este es el primero que analiza los niveles a largo plazo.

Esta investigación utiliza un método diferente y relativamente novedoso: los científicos tomaron un mechón de pelo de 2 centímetros de largo de cada participante, cortado lo más cerca posible del cuero cabelludo, de un total de 2.527 hombres y mujeres mayores de 54 años. Este mechón representa aproximadamente dos meses de crecimiento de pelo, así como los niveles acumulados de cortisol. Junto a estos datos, examinaron el peso, el IMC y la medida de la cintura de los participantes para poder cruzar estos datos con el nivel de cortisol y, por tanto, de estrés a largo plazo. Los datos se tomaron durante un periodo de cuatro años.

La conclusión, publicada en Obesity, es que las personas con niveles más altos de cortisol en el cabello contaban con mayores medidas de cintura y tenían mucho, y de manera más persistente, sobrepeso. Aquellas personas obesas que participaron en el estudio (IMC igual o mayor a 30 y circunferencia de la cintura mayor de 102 cm en los hombres y de 88 en las mujeres), contaban con niveles particularmente altos de cortisol en el pelo.

«Estos resultados proporcionan una evidencia consistente de que el estrés a largo plazo se asocia con niveles más altos de obesidad. El exceso de grasa alrededor del abdomen es un factor de riesgo para enfermedades del corazón, diabetes y muerte prematura«, apunta la doctora Sarah Jackson, directora de la investigación.

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