¿Puede la nutrición influir en los trastornos de ansiedad?

Sabemos que alimentación y salud van de la mano y que puede ser una excelente manera de evitar enfermedades y sentirnos más sanos. La Universidad de Columbia (de Nueva York) está trabajando en ciertas evidencias sobre la relación que existe entre la nutrición y los trastornos de ansiedad.

De momento se trata de ciertas evidencias y no de un dogma, por lo que los científicos habrán de seguir investigando y buscando datos. En 2009, por ejemplo, se realizó un estudio en Escandinavia y se observó que el patrón dietético global sí puede estar relacionado con la ansiedad, ya que al aumentar el consumo de alimentos “occidentales” se observaba que se elevaba el riesgo de trastorno de ansiedad hasta en un 25-29%.

También varios estudios han localizado evidencias de las ventajas de los probióticos en la ansiedad: uno realizado en 2011 apuntó a que los voluntarios tenían menos ansiedad tras 30 días con probióticos concretos de dos cepas de bacterias. Otra investigación de 2013, realizada por investigadores de la Universidad de California, Los Ángeles y Francia, encontró una influencia significativa de los alimentos fermentados en los circuitos del cerebro. Kéfir o yogur pueden alterar algunos de estos circuitos mediante los que procesamos los sentidos y las emociones somáticas. En 2015 se realizó otro estudio que concluía que aquellos individuos con mayor neuroticismo que comían más alimentos fermentados contaban con menos ansiedad.

Para Drew Ramsey, profesor clínico auxiliar de psiquiatría en la Universidad de Columbia, “esto en conjunto parece indicar que los alimentos fermentados pueden ser algo a considerar para ofrecer a nuestros pacientes con ansiedad”.

Asimismo, el Omega-3 es otro de los alimentos que guarda relación con la salud mental. En un trabajo científico de 2011, se comprobó que aquellos estudiantes de medicina que habían tomado un suplemento de omega-3 contaban con un nivel de ansiedad aproximadamente un 20% menor. Para Ramsey, también “las grasas omega-3 pueden tener un papel terapéutico que desempeñar”.

El gluten y el azúcar también guardan relación con la ansiedad. El primero, por ejemplo, se observó en un estudio que siguió a 35 pacientes celíacos durante un año después de haber comenzado una dieta sin gluten. Al principio del estudio, el 72% de los participantes tenía niveles significativos de ansiedad. Un año después de haber dejado el gluten, ese dato pasó a ser del 25%. Eso sí, no mejoraron los síntomas depresivos, únicamente los relacionados con la ansiedad. Respecto al azúcar, solo contamos con un meta-análisis de 2002 que encontraba correlaciones significativas entre la hiperglucemia y la ansiedad.

Para el profesor Ramsey, “la ansiedad es uno de nuestros síntomas favoritos para tratar con los alimentos, por varias razones. A menudo encontramos que nuestros pacientes con trastornos de pánico, por ejemplo, no están comiendo de una manera regulada. También existe mucha más ansiedad y pánico cuando los pacientes tienen hambre o no han tenido una dieta con cantidades suficientes de proteínas y grasas”.

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