Las semillas en nuestra alimentación

La semilla es el principal órgano reproductivo de las plantas. En ese sentido, podemos comprender que se utilizan desde que el hombre comienza a domesticar los animales y los cultivos, es decir, hace unos 10.000 años. Refiriéndonos a las semillas como producto alimenticio sin procesar, se sabe gracias al hallazgo de unas tabletas de arcilla grabadas, que ya en la cocina Sumeria de 3.000 años a.d.C. se empleaban mostaza, sésamo y comino.

Siempre se han empleado. En cada zona las que se cultivan con más facilidad. Pensemos que semillas son desde los cacahuetes, soja, quinoa, chía, sésamo, almendras, nueces, pipas de calabaza o girasol y piñones hasta el coco (por poner algunos ejemplos). Lo que pasa es que la globalización también afecta a estos alimentos y, a medida que se difunden sus propiedades y se aplica una buena “comunicación” al respecto, algunas adquieren una categoría poco menos que mágica.

El alimento de moda

Sin duda son alimentos interesantes porque contienen los nutrientes que sostendrán a la planta en su primera etapa, lo cual implica una alta concentración de elementos en poco volumen. Lo que ocurre es que las informaciones en emboladas que se generan en torno a determinadas semillas afirmando que su consumo nos va a hacer cuasi inmortales son excesivas; por no hablar del perjuicio que genera a sus consumidores habituales en los países de origen porque ocasiona un aumento del precio. La quinoa, por ejemplo, fue declarada alimento del año en 2013 por la FAO, entre otras razones, porque contiene todos los aminoácidos necesarios para el cuerpo humano. En zonas deprimidas de países como Perú, este alimento aporta proteínas de alta calidad biológica a un precio muy asequible. Ahora ya no tanto.

Cada una tiene sus propiedades. En general, se puede decir que aportan grasas recomendables, minerales, oligoelementos, vitaminas y fibra vegetal que hace que sean un buen integrante de una dieta completa y equilibrada.

Podemos destacar las semillas de chía por su alto contenido en Omega-3 (si bien hay que triturarlas para que esté disponible), fibra, Zinc (sistema inmunitario), Selenio (antioxidante), Calcio, Magnesio, Hierro y Fósforo. Las de sésamo aportan Calcio, Hierro, Zinc, Vitaminas del grupo B, Vitamina E y fibra, entre otros nutrientes. Las de girasol, amapola o calabaza tienen propiedades bastante similares a las citadas. Las de lino son excelentes para mantener un buen ritmo intestinal pero, tanto éstas como las de Chía, hay que evitarlas en caso de diverticulosis o colitis ulcerosa y con precaución en caso de diabéticos en tratamiento con insulina por riesgo de hipoglucemia.

El uso de las semillas para mejorar nuestra salud

Como coadyuvantes de otro tratamiento o para prevenir ciertas patologías pueden ser útiles: Las semillas de calabaza como antihelmínticos (concretamente, para la taenia solium). Las de amapola en infusión tienen un ligero efecto sedante. Las de granada con gran capacidad antioxidante contribuyen en la prevención del cáncer y accidentes cardiovasculares. Las de chía tienen un efecto cardioprotector y hepatoprotector. Las de cáñamo ayudan al buen funcionamiento del sistema inmunitario. Las de girasol para el rendimiento muscular por su alto contenido en magnesio. Las de comino para el meteorismo y digestiones lentas. Las de sésamo contienen lignanos que ayudan a controlar el colesterol y sesamina, que protege el hígado.

Estos son algunos ejemplos de sus propiedades beneficiosas. Cada una tiene más nutrientes que contribuyen al buen estado nuestro organismo.

Cuándo tomarlas

La mayoría tienen un elevado contenido energético (entre 500 y 600 kcal/100 g). Depende de la cantidad que se tome. En general, unos 20 o 30 g para tomar a media mañana o media tarde o como ingrediente de un desayuno no van a suponer ningún peligro para la dieta.

Por supuesto, hay múltiples posibilidades dependiendo de la que se trate: pueden añadirse a las ensaladas, a un yogur, a platos cocinados (piñones, almendras…), como snack entre horas, acompañando un postre… Lo que hay que tener presente es que algunos de sus componentes con el calor se degradan y pierden parte de sus efectos beneficiosos.

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