En los últimos años, los lácteos han sido un grupo de alimentos con mala fama. Un estudio, llevado a cabo por el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas (Houston, EEUU), señala que no existe relación significativa entre el consumo de grasas lácteas, presentes en la leche entera, el yogur, el queso o la mantequilla, y la aparición de enfermedades cardiacas y cerebrovasculares.
Este trabajo, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, incluso concluye que ciertos tipos de grasas lácteas pueden contribuir a evitar que se sufra un ictus grave.
Marcia Otto, la principal autora de la investigación, afirma que «nuestros hallazgos no sólo respaldan, sino que también fortalecen significativamente, la creciente evidencia que sugiere que la grasa láctea, contrariamente a la creencia popular, no aumenta el riesgo de enfermedad cardiaca o mortalidad general en personas mayores. Los resultados apuntan a que un ácido graso presente en los lácteos puede reducir el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, particularmente por ictus».
En este estudio se ha evaluado durante 22 años la relación de los biomarcadores de los ácidos grasos presentes en la grasa láctea con la enfermedad cardiaca y la mortalidad. Analizaron datos de cerca de 3.000 adultos mayores de 65 años y se midieron los niveles plasmáticos de tres ácidos grasos diferentes de productos lácteos en 1992, seis y 13 años más tarde. Se observó que ninguno de los tipos de ácidos grasos estaba asociado a la mortalidad total. Es más, uno de ellos estaba relacionado con una menor incidencia de muertes por enfermedades cardiovasculares. Aquellas personas con niveles más altos de estos ácidos grasos contaban con un 42% menos de riesgo de morir por ictus.
Estos resultados evidencian la necesidad de revisar la orientación dietética actual sobre los productos lácteos enteros, que son fuentes ricas en nutrientes como calcio y potasio, esenciales para la salud no sólo durante la infancia sino también a lo largo de la vida, siendo un excelente alimento para prevenir la desnutrición y la osteoporosis.
Por otra parte, los lácteos bajos en grasa con frecuencia llevan importantes cantidades de azúcar, lo que puede provocar una mala salud cardiovascular y metabólica.
Este trabajo contribuye a aportar una información rigurosa a los consumidores, expuestos a tanta información diferente y conflictiva sobre la dieta, en este caso, en relación con las grasas. La autora afirma que “es importante contar con estudios sólidos para que las personas puedan tomar decisiones más informadas basadas en hechos científicos en lugar de rumores”.